miércoles, 7 de marzo de 2012

La cenicienta, de los hermanos Grimm

He querido subir el cuento original de la Cenicienta. En él aparece la sangre y la automutilación hostigada por "la madre". Nada de calabazas y ratones, lo siento!

Y aquí la versión en inglés: http://www.pitt.edu/~dash/grimm021.html




Érase una vez un hombre rico que tenía una mujer que estaba muy enferma.Cuando vio que se acercaba su fin, llamó a su única hija y le dijo: 

-Querida hija, sé piadosa y buena, Dios te protegerá desde el cielo y yo no me apartaré de tu lado y te bendeciré. 

Poco después cerró los ojos y espiró. La niña iba todos los días a llorar a la tumba de su madre y continuó siendo siempre piadosa y buena. Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su manto blanco. Llegó la primavera y el sol doró las flores del campo y el padre de la niña se casó de nuevo. 

La esposa trajo dos niñas que tenían un rostro muy hermoso pero un corazón muy duro y cruel. Muy pronto comenzaron los malos tiempos para la pobre huérfana. 

-No queremos que esté ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado, que gane el pan que coma, que se vaya a la cocina con la criada. 

Le quitaron sus vestidos buenos, le pusieron un delantal gris remendado y viejo y le dieron unos zuecos. 

-¡Qué sucia está la orgullosa princesa! -decían riéndose, y la mandaron ir a la cocina. Tenía que trabajar allí de la mañana a la noche, levantarse temprano, traer agua, encender el fuego, coser y lavar. Sus hermanas le hacían, además, todo el daño posible. Se burlaban de ella y le vertían la comida en las cenizas, de manera que tenía que agacharse a recogerla. Por la noche, cuando estaba cansada de tanto trabajar, no podía acostarse porque no tenía cama y dormía recostada al lado del fuego. Como siempre estaba llena de polvo y ceniza, le llamaban la Cenicienta.

Un dia su padre se fue a una feria y preguntó a sus hijastras lo que querían que les trajese.

-Un vestido bonito -dijo una. 

-Una sortija buena -añadió la segunda. 

-Y tú, Cenicienta, ¿qué quieres? -le dijo. 

-Padre, tráeme la primera ramita que roce tu sombrero en el camino. 

Así que compró a sus dos hijastras hermosos vestidos, perlas y joyas. A su regreso, cabalgando a través de una maraña verde en el bosque, su sombrero rozó una ramita de avellano. Entonces la rama se rompió y se la llevó. Cuando volvió a su casa dio a sus hijastras lo que le habían pedido y la rama de avellano a la Cenicienta.

Cenicienta se lo agradeció y se fue corriendo a la tumba de su madre, plantó la rama en él y lloró tanto que, regada por sus lágrimas, no tardó en crecer y convertirse en un hermoso árbol. La Cenicienta iba tres veces al días a ver el árbol y frente a él lloraba y rezaba. Un pájaro blanco iba al arbol cada vez que ella iba y cuando ella expresaba un deseo, él le tiraba desde el árbol lo que ella le pedía.

Sucedió por entonces que el rey proclamó un gran festival que duraría tres días.  Todas las jóvenes hermosas del país fueron invitadas para que su hijo pudiera elegir a su futura mujer. Cuando las dos hermanastras oyeron que ellas también habían sido invitadas se pusieron de muy buen humor. Llamaron a la Cenicienta y le dijeron:

-Péinanos, limpia nuestros zapatos y ponles bien las hebillas. Vamos a ir al festival en el palacio del Rey. 

La Cenicienta obedeció sin parar de llorar ya que ella también quería ir al baile. Suplicó a su madrastra que le dejara ir.

-¿Tú, Cenicienta? -le dijo-. ¿Tú que estás cubierta de polvo y ceniza quieres ir al festival? No tienes vestidos ni zapatos y todavía quieres bailar.

Sin embargo, como Cenicienta siguió insitiendo, la madrastra le dijo al final: 

-Se ha caido un plato de lentejas en la ceniza. Si las recoges antes de dos horas, vendrás con nosotras.

La joven salió entonces al jardín por la puerta trasera y dijo: 

-Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, venid todos y ayudadme a recoger.
Las buenas en el puchero,
las malas en el caldero.
Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, y después dos tórtolas y por último comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo, que acabaron por bajar hasta la ceniza. Las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y el resto de pájaros comenzaron también a decir pi, pi, y pusieron todos los granos buenos en el plato. Aun no había trascurrido una hora cuando acabaron y se marcharon volando.

La niña, llena de alegría, llevó el plato a su madrastra creyendo que le permitiría ir a la fiesta con ellas pero ésta le dijo: 

-No, Cenicienta. No tienes vestido y no sabes bailar. Todos se reirían de ti.

Cenicienta se puso a llorar y su madrastra dijo: 

-Si puedes recoger de entre la ceniza dos platos llenos de lentejas en una hora, irás con nosotras. 

Creyendo en su interior que no podría hacerlo, vertió los dos platos de lentejas en la ceniza y se marchó pero la joven salió entonces al jardín por la puerta trasera y volvió a decir: 

-Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, venid todos y ayudadme a recoger.
Las buenas en el puchero,
las malas en el caldero.
Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, después dos tórtolas, y por último comenzaron a revolotear alredor del hogar todos los pájaros del cielo que acabaron por bajar hasta la ceniza. Las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y el resto de pájaros comenzaron a decir también pi, pi, y pusieron todas las lentejas buenas en el plato. Aun no había trascurrido media hora cuando acabaron y se marcharon volando.


La niña, llena de alegría, llevó el plato a su madrastra creyendo que le permitiría ir a la fiesta con ellas pero ésta le dijo:

-Es inútil. No puedes venir porque no tienes vestido y no sabes bailar. Se avergonzarían de ti. 

Y con esto, se dio la vuelta y se marchó con sus orgullosas hijas. 

En cuanto se quedó sola en casa fue a la tumba de su madre bajo el avellano y grito:
Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.
Entonces el pájaro le lanzó un vestido de oro y plata y unos zapatitos bordados en plata y seda. Se puso el vestido en seguida y se marchó a la fiesta.

Sus hermanas y su madrastra no la reconocieron. Pensaron que seria alguna princesa extranjera porque les pareció muy hermosa con el vestido de oro. Ni se les pasó por la cabeza que pudiera ser Cenicienta, creyendo que estaría sentada en el hogar buscando lentejas entre las cenizas.

El príncipe se acercó a ella, la cogió de la mano y bailó con ella. De hecho, no bailó con nadie más. No soltó su mano y, cada vez que alguien se acercaba y la invitaba a bailar, él le decía: 

-Es mi pareja de baile.

Bailó hasta el amanecer y cuando quiso irse a casa el príncipe le dijo: 

-Iré contigo y te acompañaré -pues deseaba saber de dónde venía aquella hermosa joven, pero ella se escapó y saltó al palomar.

El principe esperó a que llegara su padre y le dijo que la joven desconocida se había metido en el palomar.

-¿Será la Cenicienta?- pensó el anciano.

Mandó que le trajeran una hacha y un pico para abrir el palomar pero, cuando lo hicieron, no había nadie dentro. Entonces fueron a la casa de Cenicienta y la encontraron entre las cencizas vestida con su sucia ropa. Una debil llama ardía en una lampara de aceite en la chimenea. Cenicienta había saltado rápidamente por la parte de atrás del palomar y había corrido hasta el avellano. Allí se había quitado el hermoso vestido y lo había dejado sobre la tumba de donde el pájaro lo cogió y se lo llevó. Después, vestida otra vez con su delantal gris, había regresado a las cenizas de la cocina.
Al día siguiente, cuando llegó la hora en que iba a empezar la fiesta otra vez y se fueron sus padres y sus hermanas, Cenicienta corrió hasta el avellano y dijo:
Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.
 
Entonces el pájaro le lanzó un vestido aún más magnífico que el del día anterior. Cuando se presentó en la fiesta con aquel traje, dejó a todos atónitos por su belleza. El príncipe, que la estaba aguardando, la cogió de  la mano y bailó toda la noche con ella. Cuando venían otros a invitarla a bailar, él les decía:
-Es mi pareja de baile.
Al amanecer ella quiso marcharse y el principe la siguió porque deseaba ver en qué casa entraba. Sin embargo, ella huyó de él y entró en el jardín de detrás de la casa. Allí había un hermoso árbol muy grande, del que colgaban unas peras magníficas.Cenicienta trepó entre las ramas tan ágil como una ardilla y el príncipe no supo por dónde había ido. Aguardó a que llegara su padre y le dijo:
-La doncella extranjera se me ha escapado y creo que ha subido al peral.

-¿Será la Cenicienta?- pensó el anciano.

Mandó traer una hacha y derribó el árbol pero no había nadie. Cuando llegaron a la cocina, Cenicienta estaba entre las cenizas, como de costumbre, pues había saltado por el otro lado el árbol, había devuelto el vestido al pájaro del avellano y se había puesto su delantal gris.

Al tercer día, cuando sus padres y sus hermanas se fueron, Cenicienta volvió a la tumba de su madre y dijo al árbol:
Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.
Esta vez el pájaro le arrojó un vestido que era mucho más hermoso y magnífico que ninguno de los anteriores y los zapatos eran de oro puro. Cuando llegó a la fiesta con aquel vestido nadie tenía palabras para expresar su asombro. El príncipe bailó solo con ella y cuando se acercaba alguno a invitarla, le decía:
-Es mi pareja de baile.
Cuando amaneció Cenicienta quiso irse y el príncipe trató de acompañarla, pero se escapó tan rápido que no fue capaz de seguirla. El príncipe, sin embargo, le había tendido una trampa. Había untado toda la escalera con brea. Cuando corrió escaleras abajo la zapatilla izquierda de la joven se quedó pegada al suelo. El principe la cogió. Era muy pequeñita, bonita y de oro puro.

 Al día siguiente fue a ver al padre de la Cenicienta y le dijo:
-Sólo podrá ser mi esposa aquella a la que le encaje perfectamente este zapato de oro.
Las dos hermanas se alegraron mucho porque tenían los pies bonitos. Con su madre presente, la mayor se llevó el zapato a su cuarto para probárselo, pero le cabia el dedo gordo del pie porque el zapato era demasiado pequeño para ella. Entonces su madre le dijo:
-Córtate el dedo. Cuando seas reina no tendrás que ir nunca a pie.
La niña se cortó el dedo gordo, obligó a su pie a meterse en el zapato tragandose su dolor y salió a reunirse con el príncipe. Él la subió al caballo como novia suya y se marchó con ella. Sin embargo, tenía que pasar por la tumba y allí, en el avellano, había dos palomas que clamaron:
No sigas adelante,
verás sangre al instante,
el zapato es muy pequeño
y ese pie no es su dueño.
Entonces miró los pies y vio un reguero de sagre que salia del zapato. Dio la vuelta a su caballo y condujo a la falsa novia hasta su casa, diciendo que no era la que buscaba y que se probase el zapato la otra hermana.

Esta entró en su cuarto y no tuvo ningún problema en meter los dedos pero el talón era demasiado grueso.

Entonces su madre le dijo:
-Córtate un trozode talón. Cuando seas reina, nunca más tendrás que ir a pie.
La joven se cortó un trozo de talón, forzó a su pie a encajar en el zapato, tragándose su dolor y salió a reunirse con el príncipe. Él la subió en su caballo como novia suya y se marchó con ella. Sin embargo, tenía que pasar por la tumba y allí, en el avellano, había dos palomas que clamaron:
No sigas más adelante,
 verás sangre al instante,
que el zapato es muy pequeño
y ese pie no es su dueño.
Entonces miró los pies y vio un reguero de sagre que salia del zapato. Dio la vuelta a su caballo y condujo a la falsa novia hasta su casa:
-Tampoco es ella -dijo-. ¿No tienen otra hija?
-No -contestó el marido- solo está  la pequeña y rara de Cenicienta, la hija de mi primera esposa, pero no es posible que sea ella tu novia.
El principe ordenó que fueran a buscarla.
-Oh, no. Está demasiado sucia. No puedes verla -replicó la madre.

El principe, sin embargo, insistió y tuvieron que llamar a Cenicienta. La muchacha se lavó primero la cara y las manos y luego fue donde el príncipe y le hizo una reverencia. El príncipe le dio el zapato de oro. Cenicienta se sentó sobre un taburete, sacó el pie del pesado zueco que llevaba y se puso el zapato que le encajó perfectamente.

Cuando se levantó, el príncipe le miró a la cara y reconoció a la hermosa doncella que había bailado con él.
-Esta es mi verdadera novia.
La madrastra y las dos hermanas se horrorizaron y palidecieron por la ira. El príncipe, sin embargo, montó a Cenicienta en su caballo y se marchó con ella. Cuando pasaron por delante del avellano, dijeron las dos palomas blancas.
Sigue, príncipe, sigue adelante
sin parar un solo instante,
pues ya encontraste el dueño
del zapatito pequeño.
Después de decir esto, echaron a volar y se posaron en los hombros de la Cenicienta, una en el derecho y otra en el izquierdo y allí se quedaron.
Cuando la boda con el príncipe se celebró, las dos falsas hermanas se acercaron con ganas de ganarse el favor de Cenicienta y de compartir su buena fortuna. Cuando los novios entraron en la iglesia, la mayor se puso a su derecha y la menor a su izquierda, y las palomas que llevaba la Cenicienta en sus hombros picaron a la mayor en el ojo derecho y a la menor en el izquierdo, de modo que picaron a cada una un ojo. A su regreso se puso la mayor a la izquierda y la menor a la derecha, y las palomas picaron a cada una en el otro ojo, quedando ciegas para toda la vida por su falsedad y envidia.
FIN

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