viernes, 9 de marzo de 2012

Luna llena


Marzo el ventoso
abril el lluvioso...

Todos los dias entre semana, de 9.00 a 14.00 tengo un descanso para la comida. En esos momentos aprovecho para salir a andar y a recuperarme un poco del esfuerzo psicologico que requiere estar aqui sentada todo el dia, siendo otra persona.

Ayer, como de costumbre, sali a dar mi paseo. Era un dia claro. El invierno no ha sido muy fuerte este año, no ha llovido ni ha nevado. Pero ayer hizo viento.

Empezaba a acercarse la hora en la que tenia que volver. Escogí una ruta menos concurrida que la que había hecho a la ida y me meti por unas callejuelas.

Fue entonces cuando me encontró el viento.

El viento y yo siempre hemos sido amigos. Yo he nacido en marzo y este es mi mes y es mi viento también. Primero se acercó a saludarme, jugó con mi pelo un poco, como una caricia suave y finalmente me abrazó.

Me doy cuenta de que cuando voy a la oficina tiendo a recogerme el pelo. Es parte de mi personaje. Algodoncito no suele llevar el pelo suelto porque se le vería el plumero demasiado rápido.

El viento lo sabía y, mientras me abrazaba, empezó a tocar la pinza que sujetaba mi pelo. Le sonrei y me la quité.

No sé muy bien qué pasó entonces. Sólo recuerdo una especie de transformación, algo salvaje y feliz. Algo así como estar en casa.

Seguí mi camino andando cada vez más rápido, disfrutando de mi pelo suelto, del viento y de mi libertad condicional. Casi corria. Me encontré con dos compañeros por el camino. Les sonrei. Me pregunto si verían el cambio. Finalmente llegué a la oficina y subi corriendo las escaleras.

Alli no me recogi el pelo que seguia rozandome los hombros.

Las tres horas que pasé encerrada alli (o aqui, que es desde donde escribo esto) fueron espantosas. Estaba muy, muy nerviosa. Todo me molestaba. Me molestaba el zumbido de mis compañeros hablando, el teléfono, la gente que se acercaba a la recepción y, especialmente, la impresora que tengo detrás y que ayer no paraba de funcionar.

Este trasto, que ahora también me acompaña, es como un castigo. Zumba, vibra y pita cuando acaba. Y quien ha impreso lo que sea, tiene que acercarse a mi espalda. Como normalmente tengo cosas "prohibidas" en mi pantalla, me pongo aún más nerviosa. Y también más rabiosa.

Por fin dieron las 19.00 y pude salir corriendo a mi casa.

Vivo en San Lorenzo del Escorial en donde, según dicen, está la puerta del Infierno.

Yo no sé si esto es así, lo que sí sé es que desde que estoy aqui, ese bicho peludo con ojos penetrantes que tengo dentro se ha calmado un poco.

Estaba ya cerca de mi casa cuando La vi.

Luna llena.

Una veladura de nubes intentaban cubrirla sin conseguirlo.

Y entonces lo entendi.

Reprimí como pude el instinto de desnudarme y salir corriendo al bosque, con los pies descalzos y siempre con el pelo suelto.

Dentro de casa seguia inquieta. Parecia que todo me mirase. Era incómodo estar en mi cuerpo. Fui a casa de Erik y alli estaban las gatas. Ellas "me vieron". Normalmente no me hacen ni caso, pero hoy se apartaban de mi camino o me obedecian si era necesario. Y, al final, se tumbaron las dos encima de mi, incluso la que no lo hace nunca.

Me da miedo estar poniendome las zapatillas rojas. No quiero ser un cisne negro.

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